Hoy es viernes. Estuve con mis amigos Marcos, Miki y Eze (tormenta en puerta). La pasamos muy bien. Fue uno de esos días en los cuales hablamos, y hablamos mucho, de todo lo que nos pasa, donde dejamos el temor, el pudor y el dolor por fuera y no tememos exponer quienes somos. Fue sincero. Fue real.
Obvio, bebimos, comimos y volvimos a beber y este post es el resultado de ese encuentro.
Pasa el tiempo, las horas, las reuniones y me doy cuenta de cuanto los quiero, manga de trolos. El regreso de Marcos, el placer sincero de Miki y la amistad eterna e incondicional de Ck. Hoy me sentí acorde. Fiel a mi. Fiel a ellos. Tengo la gran suerte de tenerlos acá, junto a mi, cada uno como puede, cada uno cuando quiere, cada uno cuando lo necesito.
Nos reimos por nuestras historias, por nuestros defectos, por nuestras verdades, y no dolió, no duele. Fueron momentos de sinceridad sin defensa, sin barreras, sin protección. Exactamente como creo que debe ser la amistad que quiero con mis amigos. Con la mierda justo en frente, aceptándola, y entendiendo que esto es así. Somos esto. Miki con su gracioso grano, Eze con sus preguntas que sólo pueden ser respondidad por él, Marcos con sus cuidados al hablar, pero sabiendo que cuando quiera hacerlo va a poder abrirse, y yo mostrando todo lo que tengo sin poder evitarlo. El libro gordo de petete.
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